(CLICK AQUÍ) PARA SEGUIR MI PERFIL Y REVISAR OTROS POSTS.
(CLICK AQUÍ) PARA ENVIARME INBOX, ENVIARME ESCRITOS SUYOS Y/O RECOMENDACIONES MUSICALES.
(CLICK AQUÍ) PARA ENVIARME INBOX, ENVIARME ESCRITOS SUYOS Y/O RECOMENDACIONES MUSICALES.
Porque los cuentos también son realidad, pero más divertidos
Jesús Alexander Zúñiga Santos
Los Platos
Fabián García Gómez
Para Mili, por todo.
Eduardo escuchó el timbre del teléfono y se levantó de la
cama. La llamada era menos que insignificante, sin embargo, le llamaron a la
media noche y esto no debía pasar desapercibido. El hecho representó una dosis
de energía, una recarga de vitalidad que no dudaría en tomarla aunque se
igualara al remedo de una lata de cerveza vacía.
Al amanecer
bajó a la cocina, se sirvió un poco de cereal en un traste de mal aspecto y
agregó leche a su desayuno: las hojuelas de maíz naufragaban en un mar espeso y
blanco. Por momentos su mente se perdía o intentaba perderse: jugaba a no
recordar la llamada. Al menor atisbo de memoria, agitaba la mano derecha, con
la cual sostenía la cuchara, espantando a las moscas que sobrevolaban el
círculo de tazas y platos sucios. Las moscas giraban alrededor del brazo de
Eduardo, burlándose de su estupidez y de su gracia al mover sus extremidades.
No hacía más que alimentarlas, regando en cada movimiento restos del almuerzo
sobre la mesa.
Terminada
la ceremonia de masticar y tragar, se acomodó la bata de dormir ajustándola a
su cintura sin moverse de la silla. Retiró el tazón vacío donde antes hubo
cereal y leche, acercándolo a los demás enseres de la cocina que se hallaban en
el comedor. Su mente se ocupaba de otros asuntos que esquivaban la llamada. En
breves segundos estudió los movimientos del día anterior: amanecer, ducharse,
trabajar y llegar a casa. Pero Eduardo no podía sostener ese ritmo de
acontecimientos, no así. Entonces los reprodujo de este modo: amanecer,
ducharse, trabajar y llegar a casa. Sí, son los mismos pasos, la misma rutina,
sin embargo para él significaba haberse olvidado de la llamada. Desde luego
amanecer equivalía a su retrato fisiológico y lo demás, como en una pintura
cubista, pasaban a ser líneas, todas, paralelas.
Sentado
esperó a que el reloj diera las nueve de la mañana, a esa hora tendría que
haberse preparado para ir al trabajo. Esta vez no lo hizo. Esperó un poco más.
Un instante después, el fantasma del timbre que sonó a media noche trajo de
nueva cuenta el temblor que provocó levantar el auricular y responder a su
interlocutor. Ese fantasma, el sonido agudo y titilante oscureció el día mas no
su dicha: le habían llamado y no dudaba en creerlo como algo verdadero. “Un sueño
no es”, repetía en su monologo interior. “No, no un sueño”. Habló consigo
mismo. El trabajo no valía la pena, ni amanecer ni las nubes que amenazaban con
lluvia. Lo que importaba, realmente, era la llamada, el timbre, el silencio al
otro lado del teléfono: ¡le había llamado! Eduardo comenzó a lavar los platos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario