Un tema muy recurrente con el pasar y pesar de los años en las relaciones humanas son las clases sociales, el cliché que corre a voces por los habitantes de una sociedad son la ya clásica rivalidad adinerados versus pobres. Claro esta que la clase adinerada también tiene argumentos para defenderse, como los ya sonados y conocidos "ellos son pobres, porque quieren" o el más simple "tienen lo que merecen", la tinta derramada se torna dirigida a la defensa de la cara contraria a estos adinerados, es decir, los pobres. Los pobres son lo nobles, los desterrados, los conquistados, el otro. El problema es hasta cuando la tinta será derramada por el pudor del otro, pero simplemente reconocido como eso, un otro, un mundo aparte, un papel en la obra aparte. Parece ser que de lo que se trata es de introducirnos a este mundo, compartir con el otro, con el pobre, entender la imagen del mismo al entrar en contacto con él, no en el estudio obsesivo, recordarnos que somos hombres y no especímenes extraños que deben ser estudiados por otros.
El sujeto a través de la percepción vincula la realidad de un modo horizontal, es decir, una linea de la realidad, donde en el contacto con otros sujetos aprehende. Esto en un sentido tal vez, utópico.
La realidad parece ser enredada y sin salida, la percepción de las clases sociales no pasa más allá de la recepción que tengan los sentidos de la realidad, algo así como una aprehensión bruta y primaria. En una ocasión (esto como anécdota ejemplificadora), me dirigía en hacia la escuela y el transporte se detuvo en un crucero, como es común ver un señor en silla de ruedas avanzaba pidiendo dinero, entonces se detuvo frente a un auto, las personas que allí iban voltearon con total indiferencia y por si no fuera poco, se reían del señor. Ahora bien, la percepción que las personas del automóvil tuvieron del señor en silla de ruedas fue netamente bruta es decir guiada por los sentidos, y eso es lo que debemos cambiar, como decía, compartir y/o sincronizar los sentidos y la percepción del mundo con la razón, sabernos hombres, un especie única.
Jesús Alexander Zúñiga Santos
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